Primero fueron las cajas, y ahora, los medicamentos. El Gobierno de Zapatero está dispuesto a abrir el segundo frente constitucional contra Galicia en menos de un año con su determinación a consultar esta semana al Consejo de Estado para frenar en el Constitucional la ley gallega de racionalización del gasto farmacéutico, con la que la Xunta pretende ahorrar cien millones de euros al año. El pulso de los medicamentos guarda paralelismos con el recurso que intentó paralizar la fusión de las cajas gallegas, y de nuevo le brinda a Feijoo la oportunidad de reforzarse a costa de Zapatero, colocando otra vez al PSdeG en una posición delicada.
Lo más atípico de esta pugna es que, por segunda vez, el Gobierno socialista utilizará su poder ejecutivo contra el poder legislativo de los gallegos, pues tanto la ley de cajas como la del gasto farmacéutico fueron promovidas por el Parlamento de Galicia con el respaldo de populares y nacionalistas (dos tercios de la Cámara), cumpliendo así el aforismo acuñado por el diputado Román Rodríguez (PP), que dijo eso de que «cando o PP e o BNG estamos de acordo, é que temos a razón».
Con razón o sin ella, lo cierto es que el episodio de las cajas le sirvió en bandeja a Feijoo su mayor éxito político en lo que va de legislatura, a la vez que gestó en el PSdeG la crisis de liderazgo más importante a la que se enfrentó Pachi Vázquez, que derivó en la destitución de Fernández Leiceaga como portavoz en O Hórreo.
Si nada lo impide, también el desenlace del recurso contra la ley de medicamentos puede tener similares efectos, aunque acabe derogada. Para empezar, la Xunta le ha ganado al Estado la batalla de la opinión pública, pues es perceptible que su finalidad es ahorrar gasto innecesario, en tanto son muy pocos los que temen que el PP desee una quiebra del Estado.
Frente a eso, del Gobierno central se conoce su empeño en defender sus competencias y una «caja común» de fármacos que no se invoca con la misma intensidad cuando el País Vasco o Andalucía toman medidas para financiar tan solo las versiones baratas de determinados principios activos.
Eso le ha permitido a Feijoo colocar a Zapatero como el responsable político de que el Sergas no logre reducir su gasto en farmacia, tarea difícil con una población cada vez más envejecida. Y a la postre, el PSdeG se arriesga a ser atacado por «sucursalista» al defender más el interés de Madrid que al legislador gallego. Todo ello permite que Feijoo se proyecte como un gran galleguista, cuando no lo es tanto, y que -como ocurrió con Fraga y Felipe González a mediados de los noventa- continúe fortaleciéndose políticamente del ocaso de Zapatero.
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